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sábado, 21 de marzo de 2009

En el Peñón de Ifach

Recibo un e-mail de Mary con la feliz propuesta para el grupo Rocacoscolla de visitar el Peñón de Ifach, en la festividad de San José. Tenía interés de realizar una excursión por el parque natural más visitado de la Comunidad Valenciana. Y a Calpe me fui, para encontrarme con los amigos. En el aparcamiento nos reunimos los nueve que íbamos a formar el grupo: José Manuel, María Amparo, Mary, Belén, Carmen, Pedro, Aurelio, Fede y Luis.

Tras pasar por el centro de información iniciamos el itinerario. La cara norte del peñón se yergue imponente, ciclópea, formidable. Es una visión sumamente atractiva y su figura, como salida del mar, destaca imperiosa si se observa a cierta distancia, desde las playas y el paseo marítimo de Calpe.


Ifach resplandece en la costa, bañada de luz y de vientos que soplan bajo el azul. Su geometría es abrupta pero perfecta. Se afilan los precipicios como inexpugnables lenguas aceradas entre cornisas, protuberancias, cortaduras y miradores. La roca se engrandece, sus proporciones destacan regiamente como hito sublime de la costa. Parece que no quiere achicarse ante las cercanas montañas, de mayor altitud y erizadas de airosos cresteríos. Ifach es la magnificencia de la arquitectura natural de La Marina, su símbolo.

El primer tramo del itinerario está vallado. La vegetación orla su zigzagueo. Aparecen pinos tumbados por el efecto del viento y su ramaje configura alhumajos de verdor. Se gana altura y las vistas son magníficas, alcanzándose el parque natural de la Serra Gelada, el esbeltísimo Puig Campana y la recortada alineación de Bernia, con el Moro de Teix escurriéndose en el mar. En la parte opuesta de la costa se divisa el Montgó, detrás del promontorio de Moraira. Se llega al mirador del Botánico Cavanilles, donde las vistas mejoran y el peñón eleva en picado su mole rocosa, salpicada de multitud de plantas rupícolas y surcada de vías de escalada.


La senda se eleva hacia el túnel, entre ejemplares de polipodio. Este paso, de 50 metros, abierto en el año 1918, está asegurado por dos maromas, ya que el rocoso suelo está resbaladizo por la cantidad de visitantes que lo atraviesan.

Tras el túnel la senda se estrecha y hay tramos donde se han instalado cuerdas para asegurar estos pasos y evitar resbalones. La vegetación es exuberante en todos los lados, se extiende como un verde mantel en la inclinación de la pendiente en su orientación noreste, y la primavera se copiaba con una adecuada floración, riquísima en colores.


La ascensión alcanza una bifurcación. Por un lado la senda termina en el mirador de Carabineros, un espacio que antiguamente albergó un puesto de vigilancia sobre la punta del Carallot, y por el otro el itinerario continua hacia la cima.

La temperatura es perfecta. Sin viento, cielo azul y un sol espléndido, que te permite aligerarte de ropa. Es fiesta y se nota en la cantidad de gente que sube el peñón. Unos llegan solo al mirador de Carabineros y otros siguen la ascensión con el deseo irrefrenable de llegar a la cima. Hay familias con niños y grupos de jóvenes y mayores, caminando con precaución por el sendero, a trechos con la pedregosa superficie alisada de tantas pisadas que recibe el itinerario.


Las gaviotas patiamarilla son las dueñas del espacio de Ifach. El inmaculado blanco de su plumaje rasguea el azul del mar y sus constantes vuelos recortan, en una danza de maniobras, el paisaje marítimo. El silencio estaba repujado por sus alborozados graznidos. Inagotables en sus evoluciones en el grandioso regazo de la claridad del Mediterráneo, se posan en el ramaje de la lanzada de pinos, cerca de la senda, acompañando la subida de los visitantes, y en las rocosas repisas, desafiando los impresionantes acantilados.



Tras superar el último tramo peñascoso la senda arriba al mojón del vértice geodésico que señala los 332 m de altitud. Las vistas son preciosas, con Calpe, su puerto, las salinas, que según el folleto del parque “formaban una laguna que en tiempo de los griegos, se extendían desde el Penyal hasta las montañas más próximas”. Y estas montañas se avistaban difuminados sus imponentes rasgos por una bruma grisácea. El Montgó, la sierra de Bernia, Oltá, el Puig Campana, Aitana… simbolizan el majestuoso relieve de La Marina. La belleza de las panorámicas, el mar y la costa con sus acantilados, calas y playas y la explosión turística determinan los aspectos en el amplio encuadre que se divisa desde la cota superior del peñón. Espacios naturales, protegidos, como la Serra Gelada y el Montgó, montañas del litoral de interesantes visitas, como el Peñón de Ifach, que atesoran unos valores excursionistas muy emblemáticos.

Al descender del peñón nos fuimos a comer a un típico restaurante de la costa de Benissa. Y después visitamos la cala Fustera. Nos aventuramos por uno de los acantilados, avanzando fácilmente de roca en roca bajo las ásperas quebradas de las paredes, mientras las olas, en sus relajados embates, nos brindaban su fino rumor entre cantos de espuma. Ifach estaba allí, cerca, dibujando su prodigiosa mole entre el ténue trasluz de la atardecida, atalayando el gran mar y la Costa Blanca, llena de luz.

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2 comentarios:

Merche dijo...

Que bien lo pasasteis, bandarras!!!

Esta la quiero repetir....pero en un dia que no sea TAAAAAAN festivo y familiar..porfa!!!

Anónimo dijo...

Luis, muy expresiva y poética tu crónica de la ascensión al Peñón de Ifach. Me copio tu foto de grupo ya que yo no la hice con mi cámara. Grazie tante. A rivederci. Pedro